Llegué ayer sábado antes de las 8 de la tarde a Burgos, después de conducir algo más de 500 kilómetros. Sin perder un instante, me dirigí hacia la Feria del Corredor, ya que se podia recoger el dorsal hasta las 8. Llegué a tiempo y recogí también una camiseta commemorativa de color negro junto con el dorsal. Después me dirigí al hotel, y, quizá el primer error, me fuí a dormir habiéndome tomado solamente un zumo y unas galletas, es decir, casi sin cenar. Esta mañana no me encontraba muy animada. He tomado un zumo y un plátano y no me ha sentado bien. Después, me he dirigido a la zona de salida, a unos 10 minutos andando desde el hotel donde me alojo.
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A las 9:30, muy puntuales, han dado el pistoletazo de salida. No había control de chip en este punto, yo estaba hacia la mitad del pelotón. He salido bien, al ritmo objetivo para bajar de 1 h 40 m, no más rápido. Se trataba de dar tres vueltas a un circuito urbano, la mayor parte de él a lado y lado del río Arlanzón, y una parte por delante de la catedral de Burgos. Un circuito muy agradable y bonito, si no fuera por lo que desgasta psicológicamente haberlo de hacer tres veces. La temperatura era agradable y soplaba una ligera brisa. Pero a la primera vuelta ya he visto que la cosa no iba bien. Cogía agua en el punto de avituallamiento (había uno para cada vuelta) pero era incapaz de beber ni un trago, mi estómago protestaba. A partir de ahí el sufrimiento ha ido en aumento. Cuando completaba la segunda vuelta, con una velocidad ya lejos del ritmo objetivo, llegaba el primer clasificado a meta, con un tiempo de 1h 09 m. La tercera vuelta ha sido aún peor. Seguía teniendo ganas de abandonar la carrera, pues antes abandonar que ir caminando, pero ahora mis piernas ya no respondían. Finalmente he llegado a meta, sintiendo un gran alivio y muy poca alegría. Mal, muy mal.
He estado reflexionando sobre qué puede haberme pasado. Quizá aún no me he recuperado del todo del maratón de hace 1 mes y medio. Quizá no tenía suficientes reservas de glucógeno al comer poco el día anterior. Quizá el cansancio del viaje o la altura de la carrera (860 m). No sé, pero esta experiencia me ha servido para aprender que no se puede menospreciar nunca la distancia de un medio maratón.
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