lunes, 10 de octubre de 2016

25a Marxa Rasos-Manresa (8 de octubre de 2016)

Y después de unas cuantas semanas de descanso, volvía a la Copa Catalana de Marxes de Resistència. ¡Y de qué manera! Serían unos 82 km en una trail no circular desde Rasos de Peguera hasta la ciudad de Manresa. Con un desnivel acumulado de 3900 metros, de los cuales algo más de 1200 son positivos, la tendencia del recorrido es principalmente descendente. Pero eso no quiere decir que sea fácil, ni que haya que perderle el respeto a la distancia, como vais a ver enseguida.

El punto de encuentro era el pabellón deportivo de Manresa, a las 9 de la mañana, desde donde nos llevarían en autocar hasta el chalet-refugio de Rasos de Peguera, a 1800 m de altitud en el prepirineo oriental. Me daba miedo marearme durante la hora aproximadamente que duraría el viaje, especialmente por las empinadas curvas del tramo final, pero finalmente llego en bastante buen estado. El sitio es precioso. Leo que el refugio es el más antiguo de Catalunya. Fue construido en 1933 para dar cobijo a aquellos que, o bien con mulas o a pie, acudían desde la ciudad de Berga para disfrutar del esquí, que nació en Catalunya precisamente en este lugar en 1908.

Antes de la salida. Chalet-refugio de Rasos de Peguera.
Poco después de las 10:30 h de la mañana, se da la salida. Uno a uno nos van marcando la tarjeta de control y empezamos nuestra aventura. En 3 km, ya bajamos 500 metros por estrechos senderos rodeados de hermosos bosques. No tardo mucho en darme cuenta de que, debido a los cuatro meses de preparación por asfalto para el maratón de Zaragoza, he perdido la forma en este tipo de terreno. Lo intento hacer lo mejor que puedo, pero tengo que ir muy tensa y frenando, y estoy cargando demasiado los cuádriceps. Me da mucho miedo la noche, así que quiero avanzar rápidamente para estar lo más cerca posible de Manresa cuando se ponga el sol. El circuito está marcado con marcas  permanentes de color blanco y azul, en las piedras y en los árboles, así que hay que ir muy pendiente de no saltarse ninguna. Poco después de la salida, siguiendo a unos compañeros, nos perdemos. La mejor decisión es volver atrás hasta que encontramos el camino correcto. Pensando en las horas de sol que me quedan, sólo sufro por el precioso tiempo que acabo de perder.

Aún entera en los primeros kilómetros. Foto: Xavier Capdevila (FEEC).
Hacia el km 9, paso el primer control. En todos ellos siempre bebo agua y, cada hora aproximadamente, voy tomando la pastilla de sales. Nos internamos de nuevo en el bosque. Ha llovido los días anteriores, así que todo está húmedo. El suelo está completamente cubierto de hojas, que en ocasiones me cubren hasta los tobillos, por lo que hay que ir con muchísimo cuidado, ya que no sabes lo que hay debajo. No pasan ni 500 metros después de tener este pensamiento, que me encuentro con un grupo de gente parada en medio del camino. Un corredor se ha hecho daño, luego he sabido que se rompió la tibia y el peroné a la altura del tobillo. Ya han avisado a emergencias, han hablado con los bomberos y han dado las coordenadas de geolocalización. Dos corredores han ido a avisar a la organización al avituallamiento. Así y todo, me quedo allí bastantes minutos. Hay una acumulación de varias personas atendiendo al accidentado y va llegando más gente. Por detrás, pronto va a llegar la "escoba" de la organización de la carrera, así que decido tirar adelante.

Foto: Xavier Capdevila (FEEC, edición 2014).
Antes del kilómetro 20, me he vuelto a perder tres veces más y toca volver atrás de nuevo. Me planteo que me pasa algo, no es normal, debo de tener el día tonto. Llego al control del kilómetro 30 que casi no puedo ni andar, cada paso es una tortura. En ese punto, tengo los cuádriceps destrozados y creo que se me ha acabado la carrera. Me ha llevado 4:15 horas llegar hasta aquí, y eso que era en bajada. Recuerdo que la semana anterior hice un maratón de montaña sólo en 5 minutos más que hoy, y es que en la montaña no hay referencias de tiempo que valgan, ja, ja,... Mientras voy caminando, me como medio bocadillo de jamón dulce y llamo a casa. Me encuentro muy mal, y aún tengo 50 kilómetros por delante. Jordi me dice que si hace falta que abandone, pero no lo puedo hacer, sería tirar por la borda tantos meses de sacrificio, ya que necesito los puntos para la Copa. Nunca había sufrido tanto en una carrera. Toca tirar de la cabeza al límite para avanzar trotando y no perder demasiado tiempo antes de que caiga la noche. Me da la impresión de que los avituallamientos están muy lejos los unos de los otros. Pasado el km 40 entro al punto de control que está situado en el bar de un cámping. Ya no me queda ni una gota de reserva de agua, así que cargo a tope la mochila de hidratación ¡cómo pesa!. Y es que, además de los casi 2 litros de agua, llevo un conjunto completo de ropa de recambio, el frontal, las pilas de recambio, una linterna adicional por si acaso, el cortavientos, el vaso, las gafas, algunos geles y barritas, las pastillas de sales, la gopro, el teléfono móvil, las llaves del coche... ¡madre mía!

Siguiendo las marcas.
No sé en qué kilómetro, hay que atravesar un curso de agua. No hay opción alternativa, así que toca mojarse completamente los pies. Y, casi a las 7 horas de empezar a correr, se me acaba la pila del Garmin. Ahora ya no voy a poder controlar los kilómetros, pero llevo un reloj normal en el otro brazo para saber la hora (más peso, ja, ja,...). Estoy obsesionada con la puesta de sol, que es a las 19:22, pero creo que tendré luz al menos durante media hora más. Quiero estar cerca de Manresa para entonces. Hacia esa hora, sin luz, ya veo muy borroso, así que me pongo las gafas. Media hora después, me pongo el frontal y, algunos minutos después, enciendo la linterna alternativa. Sólo faltan 20 kilómetros, se ven las luces de Manresa, ¡ánimo!. Pero el camino se desvía de esas luces. Nos internamos de nuevo en la montaña. Está oscuro como la boca del lobo. Estoy completamente sola. La luna, en cuarto creciente, casi no alumbra. Sólo se oyen los ruidos del bosque. A veces me giro asustada y apunto con la linterna, son ruidos a los que no estoy acostumbrada. Con el frontal ilumino el camino y con la linterna de mano voy apuntando a los árboles en busca de marcas. Hay muchas, pero no puedo trotar, ya que entre ver por dónde piso y no perder ninguna marca tengo muchísmo estrés. Intento no pensar más que en avanzar. Cada vez que veo una marca, me entran ganas de llorar, por la tensión, imagino.

Pronto caerá la noche.
Ahora sí, parece que esas luces se van acercando. Salgo del camino y entro en Manresa por una estrecha carretera. Me suena, es por donde he ido esta mañana con el coche. A lo lejos veo el pabellón y me animo. Horror, una cruz en la carretera, por aquí no es. Tiro a la derecha, no hay marcas, a la izquierda tampoco. Vuelta atrás, una señal apunta a un camino que nos llevará, junto a las vías del tren, hasta la llegada. Creía que lloraría a moco tendido, pero estoy tan destrozada que no tengo ganas ni de eso. Han sido más de 12 horas y media, no sé exactamente el tiempo. A pesar de toda la odisea, he sido la segunda mujer. Nos reciben con simpatía; hay pan con tomate, embutidos, caldo, aceitunas, patatas, fruta, bebida, pero lamentablemente tengo el estómago encogido. Ahora tengo que coger el coche y son unos 45 minutos por autovía hasta Tàrrega. Ya está, tengo mis 26 puntos adicionales y un total de 235. Ya sólo quedan dos pruebas más. Esto está siendo más difícil de lo que creía, ja, ja,...


¡Hasta pronto!

2 comentarios:

  1. no es que tuvieras un dia mas o menos torpe , lo normal en esta marxa es perderse yo la he hecho por octava vez y no recuerdo un solo año que no me haya perdido

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  2. Apreciada Arantza,

    no me sorprende lo que cuentas.

    Cuando optamos por algo, debemos ser conscientes de las consecuencias de nuestra elección. Es lo que tiene la toma de decisiones.

    Cuando uno, o una, vaya, opta por correr, sabe que se arriesga a no verlo todo bien. Ésta ha sido mi primera participación en la Rasos de Peguera-Manresa y no me he perdido ni una sola vez. Al contrario, hubo un momento que dudé y regresé unos pocos metros para comprobar que no me había perdido, para asegurarme que iba bien. Eso sí, tardé cuatro horas más que tú. Es mucho tiempo? Es poca diferencia cuatro horas? Creo que carece de importancia.

    Supongo que es un tema generacional. Los que llevamos cerca de sesenta años andando por la montaña, no solemos entender esa necesidad de correr; yo tube tiempo de buscar cómo vadear el torrente sin mojarme los pies. Y todavía no me he puesto a sumar cuántos puntos me corresponderían este año si me hubiera federado. Y no tengo ni idea de en qué posición quedé. Simplemente llegué.

    Admiro tu potencia física y tu capacidad de sacrificio, lo tuyo tiene mucho més mérito que lo mío. Yo no corro tanta distancia ni que quisiera. Sólo quiero decir que no me parece bien que alguien, anónimo por supuesto, diga que el camino está mal señalizado. Es sólo una cuestion de prioridades. Tu has optado por correr y asumes el riesgo de salirte de la pista. A Nico Rosberg o a Marc Márquez les pasa lo mismo.

    Recibe un abrazo y mi más sincera admiración.

    A. Cucala

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