lunes, 23 de abril de 2012

Saludando a Mrs. Bottle (crónica del maratón de Madrid)

Con estas palabras, así fue cómo Jordi me dio la noticia de su éxito en el maratón de Madrid. "He saludado a Mrs. Bottle", me dijo por teléfono. Y yo: "¿Qué? ¿a quién?". Y es que con los nervios de la espera había olvidado el sentido del humor que caracteriza a mi media naranja. "Que le he chocado la mano a Ana Botella" me volvió a decir. "¡Ah!", contesté yo entre risas.

Era yo quien quería correr el maratón de Madrid, él al principio no estaba convencido, pero al final decidió acompañarme. Y cómo son las cosas que yo me lesiono y al final tiene que correr solo. Como os conté en otra entrada, su sueño era conseguir bajar de las tres horas en maratón, y seguramente MAPOMA no es el mejor sitio donde conseguirlo, por su conocida dureza. Sin embargo, el maratón es impredecible y allí ha sido donde con 2 h 56 min ha realizado el mejor maratón de su carrera deportiva y se ha situado en ese porcentaje tan pequeño de elegidos que bajan de las tres horas en maratón. Llegar hasta aquí no ha sido fácil. Ha costado mucho esfuerzo y sacrificio. Todos, su familia y amigos, hemos sufrido con él y por eso también somos muchos los que ahora estamos felices con la recompensa.

Le he pedido que me haga una crónica de su carrera para poder compartirla con vosotros. Aquí os dejo una traducción libre (el original está en catalán).


Saludando a Mrs. Bottle (por Jordi Seguí)

Ayer hacía frío. Tenía mucho frío y temblaba esperando al autobús que me llevaría del hotel a la línea de salida. Y también tenía miedo. Tantas semanas entrenando y todo se acabaría en tres horas. Podría salir del infierno e ir hacia la luz o bien permanecer en la tinieblas. Los malditos segundos serían los jueces.

Los paracaidistas del ejército hicieron cinco aterrizajes en plena Plaza de Colón. Al cabo de unos minutos anunciaron que la alcaldesa daría el tiro de salida. Vino a saludarnos y me chocó la mano mientras decía: "Oye, hay pocas chicas por aquí ¿no?". Yo le contesté: "Es que están escondidas". Ella continuó con su séquito saludando, mientras las televisiones de la capital y los periodistas nos hacían centenares de fotografías.

http://www.as.com
El tiro de salida y a correr. Una lucha contra el reloj y contra las emociones. "No te dispares, no te dispares, mantente fiel al reloj. ¡No te dispares y no mires atrás!". Costó mantenerse y no mirar atrás para no ver el globo de las 3 horas.

En el primer avituallamiento me vinieron ganas de orinar, ya que para mantener la posición en la salida estuvimos más de media hora quietos. Y en una calle peatonal antes del kilómetro 10 decidí parar, ya que si no hubiera estado todo el tiempo pensando en ello. Así que a un lado de la calle encontré un árbol (¿un madroño?) y allí entre la gente perdí unos 30 segundos. Cuando me reincorporé a la carerra les miré y les sonreí, haciendo gestos de disculpa con las manos. Y entonces empezaron a gritar y a aplaudir.

"¡Corre, Jordi, corre!", me vino a la cabeza, cuando en el medio maratón de Tortosa venían mi mujer y mis hijos por el otro lado de la carretera gritando. Los kilómetros iban cayendo inexorablemente y el tiempo también. "Sigue el ritmo, puedes correr más rápido pero no lo hagas", me resonaba en la cabeza. Los geles energéticos que llevaba enganchados con esparadrapo en los antebrazos se iban consumiendo como las diferentes etapas de un cohete.

Hacía viento, a mí me cuesta mucho sudar y tenía frío. Y miedo, mucho miedo. En el Palacio Real, 200 metros de adoquines nos castigaban los pies. Se acercaba la temida Casa de Campo, los tiempos se resentían. Me vino a la cabeza el discurso de Churchill cuando Inglaterra estuvo a punto de ser invadida: lucharemos hasta el final, en el mar y los océanos, siendo poderosos en tierra y aire, defendiendo nuestra isla cueste lo que cueste, en las playas, en los campos de aterrizaje, en las calles, las colinas, pero nunca, nunca te rindas. "No te rindas, te empieza a doler todo pero es normal, estás preparado para soportarlo, pronto se acabará".

A la salida de la Casa de Campo hay 500 metros de una subida terrible. La gente se paraba, alguno ya había caído. No sé qué kilómetro era, yo pensaba que aún tenía tiempo. Esos malditos segundos. "Respira, la clave es la respiración". Ya arriba un chico nos dijo que venía un kilómetro de bajada. Sí, sí que era bajada, ahora  a correr. Siempre me ha hecho gracia cuando algún iluminado te quiere animar diciéndote "¡Sólo son ocho!". Sí, pero qué ocho, para salir del pozo o para ahogarse. Ahora todo era subida.

En el kilómetro 38 ví a mi compañero del club, un fuera de serie, al cual había perdido de vista en la salida. Cuando pasé por su lado le dije "Vamos, los dos". Pero él no quiso. Le sobrepasé, me giré y se lo volví a decir. Pero él me gritó "¡Tira!". La gente que lo vio empezó a gritar y a animarnos. Me recordó la subida de los ciclistas al Tourmalet. En ese momento me desconcentré y sufrí un momento de duda. "¡Concéntrate, que esto se acaba!"

Y la subida se acabó en la entrada al Parque del Retiro. Estaba emocionado pero casi no podía llorar porque no me quedaba agua en el cuerpo. Levanté los brazos al cielo entre los aplausos. Misión cumplida, 2 h 56 min 54 s, con sangre en los pies, sudor en el cuerpo y lágrimas en los ojos.

Madrid, 22 de Abril de 2012.

6 comentarios:

  1. Quin crac el Jordi; excel·lent!!!

    Salut i ànims!

    JR

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  2. The half-orange! Cómo se notan las influencias en un blog de mujeres corredoras!
    De verdad, yo veo estos tiempos y alucino. ¿¿Y estos son los populares??? Pero si son cronos de élite...

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    1. Yo me confieso completamente influenciada por mi pareja en esto del running, aunque él está a un nivel estratosférico para mi y ni siquiera entrenamos juntos (me hace sacar las tripas y no es plan...) ¡Un abrazo!

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  3. Es un recorrido duro, pero la gente te lleva, unas veces hacia adelante y otras hacia el fondo...pero aquí al Palacio le llamamos Palacio Real, de Oriente era cuando estaba Franco. Enhorabuena, eres un makina!!! Silvia.

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    1. ¡Cambiado! No sea que nos confundan, buuffff! ¡Gracias, Silvia!

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