sábado, 5 de abril de 2014

Viaje a la Antártida

Hoy no os voy a hablar de correr. Sin carreras y en pleno plan de entrenamiento para maratón, he pensado en hacer un pequeño paréntesis en el contenido del blog. Volviendo hacia atrás en el tiempo, he encontrado recuerdos sobre un lugar remoto: la Antártida. Hace bastante años, cuando aún era estudiante de Doctorado, tuve la oportunidad de viajar a la Antártida en el marco de un proyecto científico orientado al estudio del campo geomagnético. Fueron dos meses y medio en la Base Antártica Española de la Isla Livingston, durante el verano antártico.

Debido a su lejanía, era como si la Antártida no perteneciera al mundo real. De hechola existencia de esa "Tierra del Sur" no fue confirmada hasta hace menos de 200 años, cuando expediciones inglesas y rusas comenzaron a explorar las regiones por debajo del Círculo Polar Antártico. Fue el capitán Cook fue el primero en atravesar el paralelo 66º en 1753, sin embargo, nadie había visto nunca la Antártida hasta que el capitán de navío británico Wiliam Smith tocó tierra en ella en 1819. Existe, sin embargo, la sospecha de que un barco español, el San Telmo, desviado de su ruta por fortísimos temporales típicos de aquellas latitudes, pudo llegar a la Antártida algunos meses antesSé que voy a ir a esa tierra desconocida, donde sólo el viaje mismo ya representa una aventura, de esas que sólo había podido imaginar en los libros. 

Canal de Beagle
Hoy en día, llegar a la Antártida cuenta con todos los avances de la técnica. Hay Bases que cuentan con un aeropuerto y, en el caso de la americana Amundsen-Scott, tiene varios vuelos diarios a la Base McMurdo (también estadounidense) durante el verano antártico. A pesar de todo, es un viaje no ausente de peligros. El itinerario seguido para ir a las dos Bases Españolas, situadas en las Islas Shetland del Sur (cerca de la península Antártica) se inicia bien en Punta Arenas, en Chile, como en Ushuaia en Argentina, dependiendo del año. Debido a la corriente circumpolar, en el Paso de Drake hay corrientes fortísimas del oeste, con olas de más 10 metros. El Hespérides nos recoge en la ciudad chilena de Punta Arenas. Será un viaje por mar de tres días, de los cuales las primeras horas son las más apacibles, recorriendo el Estrecho de Magallanes y el Canal de Beagle. Las vistas desde la cubierta son impresionantes. Sin embargo, una vez superado el Cabo de Hornos, la situación cambia completamente.


Paso de Drake
Por supuesto, ya nadie sale a cubierta. Hasta que, pasados dos días,  el estruendo y el terrible balanceo se transforman en una calma extraña. El paisaje ha cambiado completamente. Ahora todo es gris. El barco se desplaza sin prisa, el capitán siempre atento al radar. Y aparecen los primeros icebergs.


Primeros icebergs, Paso de Drake
La visión de tierra firme me hace rememorar antiguas travesías. No fue hasta 1911 cuando dos expediciones paralelas, una noruega y otra inglesa, consiguieron llegar al polo sur geográfico. El 14 de diciembre de 1911 Roald Amundsen, 4 compañeros y 18 perros (de los 52 que comenzaron la travesía ) llegaron al polo después de 57 días caminando sobre el hielo. Dejaron allí una tienda con la bandera noruega y una carta para la otra expedición y retornaron a salvo a su base desde donde zarparon hacia Australia para informar al mundo de su triunfo. Un mes después, el grupo inglés liderado por Scott llegó al polo sur encontrándose con que no habían sido los primeros en alcanzar su objetivo. Muy decepcionados y débiles por el frío y el esfuerzo, iniciaron el viaje de vuelta. Fueron sorprendidos por 8 días de mal tiempo que les impidió avanzar y finalmente murieron de frío, tan  solo a 18 km de un punto de aprovisionamiento.


Llegando a las Shetland del Sur
El polo sur no había vuelto a ser visitado desde las expediciones de Amundsen y Scott  en 1911. En 1957 los Estados Unidos finalizan la Base Amundsen-Scott para realizar estudios científicos. Es una base permanente, donde el personal que pasa la invernada no puede salir de allí durante los 6 meses de invierno. Las dos bases españolas, situadas en la Isla Livingston y en la Isla Decepción, sólo se abren durante el verano antártico. Serán más de dos meses de contacto puro con la naturaleza gélida, en un aislamiento casi total. Somos 14 personas: la mitad científicos y, la otra mitad, técnicos de mantenimiento.
El Hespérides desde la playa de la Base.
La antigua Base Antártica Española
Con unos 14 millones de kilómetros cuadrados, de los cuales el 99% están cubiertos de hielo, la Antártida es, en promedio, el continente más alto, el más frío, el más ventoso y, por supuesto, el menos habitado de toda la Tierra. El interior de la Antártida presenta el clima más áspero del mundo. La temperatura más baja del planeta se registró allí en agosto de 2010 (-93.2°C). Por otra parte, en la base francesa de Dumont d'Urville se registró en julio de 1972 una velocidad del viento de 320 km/h. Además, con una precipitación media anual en el continente de unos 50 mm por año, la Antártida es un desierto, por definición, a pesar de contener más del 70% de las reservas de agua dulce del planeta. Pero, a diferencia de otros desiertos, la evaporación es tan baja que la poca nieve que cae se va acumulando durante cientos y miles de años creando capas enormemente gruesas de hielo.Nuestra Base está ben acondicionada. Las habitaciones, con literas, son cómodas y dispone de calefacción. Vamos, además, muy bien equipados con ropa interior térmica, forro polar, cortavientos, guantes, gorro, buenos calcetines y botas de montaña.


Isla Livingston

Monte Friesland
La vida en la Base discurre plácidamente. Funciona como un barco, con sus horarios fijos de desayuno, comida y cena, la jornada de trabajo y los turnos de limpieza. Junto a nosotros, conviven líquenes centenarios y multitud de especies de animales marinos.

Junto a elefantes marinos.
Pingüino barbijo en la playa de la Base.
Mi trabajo consiste en construir tres casetas que albergarán los instrumentos que medirán el campo magnético terrestre. Es un trabajo duro que hay que realizar a contrarreloj, muchas veces bajo las inclemencias del tiempo.

Caseta para la instrumentación geomagnética
Pero los fines de semana hacemos excursiones: a visitar la pingüinera o el glaciar. Son salidas en las que hay que extremar la vigilancia, ya que la ayuda más cercana en caso de accidente puede encontrarse a tres días de distancia, dependiendo de por dónde ande el Hespérides, que lleva un médico a bordo.
De visita en la vecina Base búlgara
De excursión por el glaciar
Con Javier Cacho, el Jefe de la Base, en el glaciar.

Y si no lo estábamos ya antes, con el paso de las semanas nos volvimos un poco locos.
En el agua sólo sobreviviríamos 3 minutos
Fría, fría,...
Los días de 24 horas tocan a su fin. Un día, de repente, se empieza a hacer de noche y vemos la Luna brillar en el cielo. El verano antártico se acaba y es hora de volver a casa.

Cae la noche en la Base.