domingo, 14 de diciembre de 2014

Mitja de Salou (14 de diciembre de 2014)

De vuelta a la playa, dos semanas después. Hoy el día era apacible. Tapado y sin viento, a unos 10 grados de temperatura a las 9:30 de la mañana. La meteorología estaba de nuestro lado para correr.
La Costa Dorada, hoy.

En las dos semanas que han pasado desde el medio maratón de Tarragona, he continuado entrenando bastante duro. Sin embargo, esta última semana he tenido que priorizar un trabajo urgente y sólo he podido salir 3 días (de los 5 ó 6 del plan de entrenamiento). A pesar de eso, estaba muy tranquila y con la convicción de que la carrera iba a ir bien. Y es que el medio maratón de Salou, tercera prueba del circuito de las Half Marathon Series, es una carrera que ya he hecho cuatro veces. Como ya he contado en otras crónicas, el circuito es bastante exigente, con muchas cuestas en los últimos 11 kilómetros, pero a pesar de eso es muy entretenido y agradable. Además, la organización es excelente.

Hoy, sin embargo, he tenido una carrera un poco estresante y ahora os cuento por qué. El ambiente es fenomenal, pues hay unos 1.200 corredores entre la media y los 10 km que se celebran conjuntamente. Además, esta organización siempre lo clava con el fantástico speaker y la música de fondo. Por fin la cuenta atrás y salimos. En la salida me he puesto junto a la liebre de 1 h 40 min.

Salida Mitja de Salou. Foto: organización
Hoy he decidido mirar el reloj, para no dormirme en ritmos cómodos, así que al cabo de unos cientos de metros compruebo que vamos a 4:21 min/km (sólo es el empujón de la salida) y paso el km 1 en 4:29 min/km. Veo que la liebre de 1:40 está por delante mío. Va a ritmo muy alto, pues en principio la debería tener por detrás si ha de marcar la carrera a un ritmo de 4:44 min/km. Los siguientes kilómetros siguen estando alrededor de 4:30 min/km, y sigo teniendo a la liebre por delante. La cantidad de gente que la acompaña es muy grande y se hace muy incómodo callejear así. Pero yo no puedo acelerar y adelantarla, si quiero no desfallecer en la última parte de la carrera. Hacia el km 8 veo que reduce el ritmo a 4:45 min/km y entonces la puedo pasar. Es un alivio enorme, pues por fin puedo correr sola, pero el estrés es aún peor, porque la llevo pegada a mis talones. Paso el kilómetro 10 en 44:27. Me río, porque es mi récord en 10 km y es que sólo hago una carrera de 10 km por año así que difícilmente puedo oficializar una marca en esa distancia...

Kilómetro 16. Foto: organización

Pasado ese punto el circuito cambia radicalmente. Cuestas cortas y tremendas, largas y tendidas, y sus correspondientes bajadas. Aunque voy por delante de la liebre, esta ha vuelto a poner el turbo y, entre eso y que mi ritmo en las cuestas es penoso, al cabo de poco me vuelve a pasar. A partir de entonces la tendré siempre por delante, a una distancia más o menos fija de unos 200 metros. Es mi sino: dejo de mirar el reloj, olvido a la liebre y empiezo a pensar en disfrutar un poco de esa carrera que tanto me gusta. En el kilómetro 17 llega la mítica subida tipo "serpiente" que este año me ha costado mucho superar. Y, a partir de ahí, paseo marítimo arriba y abajo y el último kilómetro en subida antes de la llegada a meta. Me encanta el esprint final, me anima ver que no llego con las fuerzas justas. Y veo el reloj: 1 h 38 min. Es el mismo tiempo que el año pasado en la misma carrera y son 3 minutos menos que en Tarragona hace 2 semanas.


Objetivo cumplido. Ahora ya no habrá más competiciones. Tocan las salidas largas de 30 y 32 km de cara al Maratón de la Costa Daurada-Tarragona del próximo 18 de enero.

¡Hasta pronto!