lunes, 9 de diciembre de 2013

Crónica del Maratón Internacional de Castellón 2013

Esta entrada podría llevar también por título: "Donde el corredor es algo más que un número". Y es que, con una organización impecable, un trato al corredor exquisito y un público completamente entregado, el Maratón de Castellón es una de las mejores carreras en las que he participado jamás. Y esta valoración es independiente de la marca realizada, pues mis circunstancias no eran las óptimas para aspirar a un buen resultado. Sin embargo, parafraseando a Robert Frost, si la felicidad es un estado de ánimo que compensa en altura lo que le falta en longitud, ayer seguro que podría haber alcanzado la Luna.

Como os conté en otra entrada, esta carrera no estaba en mi calendario, ya que sólo 7 semanas antes había acabado el maratón de Bilbao y no estaba entrenada específicamente para otro maratón tan pronto. Sin embargo, mi marido, que hacía semanas que ya se había inscrito, se lesionó a poco más de dos semanas del evento, así que, después de pensarlo un poco (más bien poco, sinceramente) decidí hacer un cambio de nombre en la inscripción y correr yo el maratón en su lugar. Como no es posible ir y volver el mismo día a Castellón desde Tàrrega, decidí pernoctar la noche del sábado en Amposta, en casa de unos amigos. Desde allí, sólo me quedaba una hora de viaje en coche hasta Castellón. Así que el domingo a las 5:30 de la mañana ya me levanto, desayuno más bien poco (un plátano, un té verde y un trozo de barrita de cereales) y me pongo en marcha. No sabía dónde iba a aparcar, pero tuve la suerte de encontrar un sitio libre justo al lado de la zona de llegada. El dorsal me lo había recogido el día anterior un compañero del club de nuestra ciudad vecina. Ellos habían montado toda una expedición para este evento y ví después unas estadísticas en las que situaban a los Fondistes Cervera como el tercer club por número de participantes en el maratón (con 17 corredores y corredoras).

Imagen: http://www.pueblos-espana.org
La zona de salida está situada a unos pocos centenares de metros de la zona de llegada. Me dirijo hacia allí andando. La temperatura debe rondar los 10º y está nublado. Creo que van a ser unas condiciones meteorológicas óptimas para correr. Junto al arco de salida han montado unos lavabos portátiles y unos camiones guardarropa, que llevarán después las bolsas hasta la zona de llegada. La salida está organizada por cajones, paralelos, aunque independientes, para los corredores que harán el maratón y los 10 km. El ambiente es muy agradable, no hay agobios ni aglomeraciones. Creo que son alrededor de 2000 inscritos en el maratón. A las 9 en punto se da el pistoletazo de salida. Las avenidas en este primer tramo son amplias, y se coge el ritmo enseguida. Me sorprendió agradablemente ver que los corredores de los 10 km no se mezclaban en ningún momento con los del maratón, ya que corrían por carriles paralelos separados por conos. Intento correr a un ritmo de 5 min/km. Para ello tengo que mirar el Garmin contínuamente, porque los primeros kilómetros son en bajada y es muy fácil acelerarse. Me siento estupendamente. Hay muchísimos avituallamientos, tantos que tengo que pensar bien en cuáles voy a repostar y en cuáles no. Hay voluntarios con cestas llenas de mandarinas peladas y nos ofrecen gajos a los corredores. También hay puntos de animación en muchas partes del circuito. Todo es realmente agradable.

El Tombatossals nos recibe a la vuelta del Grau
Imagen: http://www.panoramio.com/photo/32058309
Hacia el km 10 atrapo a la liebre de 3:30, que ha salido desde la primera línea. Le sigue un grupo muy numeroso de corredores y decido quedarme con ella. La razón es que sopla un vientecillo muy frío que me está congelando. De hecho, tengo la mano derecha insensible, y dentro del grupo me encuentro más calentita. Todo sigue bien, me encuentro estupendamente. Encaramos el tramo hacia el Grau de Castellón (el distrito marítimo). Había leído que esta es la parte más dura y solitaria de la carrera y constato que es cierto. El medio maratón se encuentra en ese punto. Sigo con la liebre de 3:30 pero, de repente, hacia el km 22 tengo un bajón muy fuerte. No lo entiendo ¿tan pronto? Aún queda toda la carrera por delante. Me duele la rodilla y tengo ganas de vomitar. Pienso que estoy en un maratón y aquí se viene a sufrir, así que sigo adelante. Pienso que en cuanto lleguemos de nuevo a la ciudad todo irá mejor. Pero llega el km 30 y sigo mal, así que en el siguiente avituallamiento decido parar. Camino durante unos 100 metros, tomando sorbo a sorbo toda la botella de agua, hasta que me la bebo entera. Entonces, vuelvo a correr. Al cabo de poco me doy cuenta de que estoy resucitando. Llego al kilómetro 34 y me encuentro muy bien, mucho mejor que en el 24. A partir de ahí el resto de carrera es un disfrute, con dolor de piernas, como es natural, pero absorbiendo al máximo el ambiente de la ciudad y los ánimos del público, completamente volcado. En el kilómetro 41 un voluntario nos grita: "¡a disfrutar el último kilómetro!". Y eso hago. Ya oigo la algarabía de la zona de meta y aprieto el paso. Los últimos 200 metros son en bajada, con el arco de meta al fondo. Tengo fuerzas y puedo esprintar. Siento interiormente que mi llegada es apoteósica. Han sido 3 h 38 min y estoy muy feliz.

Llegada. Foto: http://esesoyyocorriendo.magix.net/
La zona de llegada ya es el colmo de las atenciones al corredor. Nos tapan con una toalla, nos cuelgan la medalla, hay voluntarios que nos quitan el chip de la zapatilla. Nos dan agua, Powerade, cerveza, pizza calentita, pastas dulces, todo tipo de fruta. En fin, para mi, una bacanal. No tengo hambre, pero me espera un viaje largo y tengo que recuperar, así que me lo como todo. Recojo la bolsa del guardarropa, me cambio, y me marcho de Castellón con una sensación de felicidad indescriptible.