domingo, 14 de julio de 2013

Un país de chorizos

Aunque la noche del 24 de junio la pasamos encogidos de frío, agradeciendo el calor de la lumbre de la hoguera de San Juan, parece que por fin han llegado las altas temperaturas que tanto ansiábamos. La temporada estival ha coincidido con una parada técnica en cuanto a competiciones se refiere, sin embargo, eso no significa que haya parado de entrenar. De hecho, en breve empezaré un nuevo plan de entrenamiento para mi próximo maratón de otoño, del que ya os hablaré largo y tendido más adelante. Pero hoy me voy a permitir la licencia de cambiar de tema completamente y de hablaros de una de las personas más importantes de mi vida: mi hijo Aleix de 13 años.

Sé que para todos los padres nuestros hijos son siempre los más guapos y los más listos del mundo. Sin embargo, soy objetiva cuando os digo que en el sorteo genético que se celebró hace más de 13 años, Aleix resultó afortunado con un don: el de la Inteligencia. A los tres años ya aprendió a leer y siempre ha destacado entre los primeros de la clase. Siendo tanto su padre como su madre físicos, es verdad que el ambiente que ha mamado desde pequeño en casa es de estudio, lo que ha resultado en que Aleix sea, además, un chico muy aplicado.

Toda esta introducción es para explicaros que hace un par de meses me enteré de la convocatoria por parte del Ministerio de becas para realizar colonias de verano de inmersión lingüística en inglés. Estas colonias suelen ser bastante caras, así que decidimos solicitar la beca. Normalmente, para que te concedan una beca, casi tienes que estar muriéndote de hambre, por lo que nunca hemos solicitado una, pero esta vez el criterio de selección era únicamente académico y no económico. No tenía la menor duda de que mi hijo conseguiría una de esas becas.

Fuente: http://blogs.20minutos.es
Así que no me lo podía creer cuando salió la resolución, con un listado de 2.200 niños beneficiarios de las becas y Aleix no estaba en esa lista, sino en la posición 350 de una lista de espera. A pesar de la edad que tengo, aún conservo una gran dosis de ingenuidad, así que le dije: "Mira Aleix, estás acostumbrado a ser siempre de los primeros, pero no tienes que fiarte, todos estos niños están por delante tuyo y, en el futuro, cuando busques una oportunidad de trabajo, también estarán ahí. Así que tienes que seguir esforzándote al máximo". Pero al cabo de un rato, pensando más en el asunto y volviendo a mirar las listas, ví cosas que me parecían muy extrañas. Por ejemplo, que todos esos niños habían consignado la máxima puntuación (sobresaliente) como nota media del curso, lo que significaba que habían sacado esa nota en absolutamente todas las asignaturas. Por otra parte, a igualdad de nota, se otorgaba la beca al alumno más mayor. Aleix nació el 6 de febrero, así que los 2200 niños de la lista (más los 349 de la lista de espera) habían nacido entre el 1 de enero y el 5 de febrero del 2000. ¿No son muchos?, pensé. ¿Y todas esas estadísticas que año tras año sitúan a España con resultados académicos por debajo de la media europea y con una tasa de fracaso escolar que te deja trastornado?

Notas de Aleix. "La prueba del delito".
Así que le pregunté si conocía a alguien que también hubiera solicitado la beca y me dijo que sí. Miré el nombre en la lista y sí estaba. Cierto es que había nacido en enero del 2000, pero sus notas no llegaban ni de lejos a las de Aleix. Así que de repente ví claro lo que había pasado. La solicitud no pedía adjuntar un comprobante de notas, simplemente había que poner la nota media en una casilla y punto. Así que hacer trampas resultaba tremendamente fácil. Jamás se me hubiera ocurrido hacer algo así, pero parece que soy una especie en peligro de extinción. Mis sospechas fueron confirmadas más tarde por una profesora, que me dijo que, por lo que ella sabía, esa trampa la debían de haber hecho centenares de solicitudes. Me asaltó una tremenda indignación. Estuve dos días pensando en escribir una carta al Ministerio exigiendo que se pidiera el justificante de las notas a todos los beneficiarios. Pero para eso tenía que aportar alguna prueba y, sinceramente, no me hubiera quedado más satisfecha acusando explícitamente a alguien. Así que no hice nada. Nada más que darme cuenta de que somos todos una panda de hipócritas redomados, que simulamos horrorizarnos ante toda esa ralea de ladrones y tramposos que encontramos en las noticias un día tras otro. Y es que en este país, parece que ser un ladrón y un tramposo no es patrimonio exclusivo de políticos y banqueros. Porque sí, vosotros, papá y mamá, falseando las notas de vuestros hijos les habéis robado la beca a otros niños que, en este caso, se la merecían más. Yo espero continuar siendo como soy, manteniendo intacta la ingenuidad que aún me queda. Seguro que dormiré mucho más tranquila.

Ya me he desfogado. ¡Gracias por leerme y hasta pronto!