miércoles, 18 de julio de 2012

Crónica de la Isostar Desert Marathon

Campamento Monegros. Foto de Carme González.
La historia de mi participación en el Isostar Desert Marathon Starter (IDM) comenzó a  finales de abril de este año, coincidiendo con la recuperación de la lesión de rodilla que me tuvo bastantes semanas en el dique seco. Así, al no haber podido hacer el maratón que tenía programado en primavera (Madrid) ví en el IDM una gran alternativa. A partir de entonces me centré en prepararme de la mejor manera posible para un desafío de estas características, siguiendo un plan de entrenamiento para maratón, entrenando a las horas de más calor, ensayando las estrategias de hidratación, etc. Coincidió además que Isostar me escogió como "Embajadora del Infierno" junto con otros seis corredores, lo que hizo que viviera las semanas previas al evento con más intensidad aún si cabe.

Línea de salida. Foto Isostar-Spain.
Parecía que nunca iba a llegar el 15 de julio, las semanas previas se me estaban haciendo eternas. Recuerdo el sábado 14 de julio seguir el desarrollo de la prueba larga (114 km) a través de las redes sociales con muchos nervios, analizando las fotos que iba publicando la organización e imaginándome que al cabo de pocas horas yo también estaría corriendo por esos parajes. Y a las 6 de la mañana del domingo, después de un desayuno ligero consistente en un té sin azúcar y una barrita Isostar, salimos hacia al Campamento Monegros. Éramos cuatro los corredores del club 100 x 100 Fondistes Tàrrega que íbamos a participar en la carrera: Jordi, Blai, Carles y yo misma.

La llegada al campamento, con sus carpas circenses, fue muy emocionante. Había estado muy tranquila hasta entonces pero fue bajar del coche y empezar a temblar. Seguramente también ayudó que hacía un frío que pelaba a las 7 de la mañana en Los Monegros. Fuimos a buscar el dorsal y el material que proporcionaba la organización y sin prisa empezamos a organizar las mochilas. El tiempo corría rápido, ya eran las 8:30 y tocaba pasar el control de acceso a la zona de salida, tocaban las 8:45 y el director de carrera nos daba las últimas indicaciones y recomendaciones, las 9:00 y un cohete nos daba la salida.

Subiendo. Foto: Carme González.
No iba a correr sola. Hacía semanas que Carles se había ofrecido a acompañarme.Para él la carrera sería un entrenamiento para otros objetivos. Porque ¿quién le iba a acompañar en un entrenamiento tan largo? Como gran atleta y conocedor de pruebas de larga distancia que es, me marcó un ritmo de 5:30 min/km que pudimos seguir durante bastante tiempo, acelerándonos cuando el recorrido era favorable y frenándonos en las cuestas y pasos complicados. Enseguida ví que el recorrido lo era todo menos aburrido, pues cuando creías que seguías una larga pista hasta que se perdía en el horizonte, enseguida salías de ella para correr campo a través. Muchas subidas, alguna bajada vertiginosa, muchas, muchísimas piedras.

Recorrido impresionante. Foto Isostar-Spain.
El punto de control 1 estaba situado a unos 13 kilómetros. Hasta entonces no había pensado en ningún momento cuál era mi posición en la carrera pero, al llegar allí, me dijeron que era la segunda mujer. ¿Cómo? ¿Yo? Y resulta que la primera estaba tomándose el avituallamiento con bastante calma, comiéndose una barrita. Como hasta entonces la temperatura había sido agradable y tenía la bolsa de hidratación bastante llena, Carles y yo decidimos beber un par de sorbos de agua y continuar inmediatamente. Así me situé en la cabeza de carrera femenina.

Durante mis entrenamientos había ensayado estrategias de hidratación bebiendo cada 10 minutos. Y éso estaba haciendo desde el inicio de la carrera. Pero unos kilómetros antes de llegar al segundo punto de control, situado en el kilómetro 26, ví que la cosa no marchaba bien. Mi ánimo iba decayendo por momentos. Hasta Carles se dió cuenta de que cada vez estaba más seria y me dijo que sonriera un poquito. Yo no tenía ganas de nada, hasta pensé en abandonar. Cuando llegué al avituallamiento, ví con gran preocupación que tenía la bolsa de hidratación casi llena. Prácticamente no había parado en el primer control, así que llevaba 26 kilómetros de carrera casi sin beber. ¿Cómo me había podido pasar algo así con lo concienzada que iba en ese tema tan fundamental? Tomé desesperadamente la bebida isotónica que daba la organización en ese punto, así como el agua. Había estado a punto de deshidratarme. Carles me recordó insistentemente que beber cada 10 minutos no era una buena idea, sino que debia beber poca cantidad pero muy seguido. Y así lo hice a partir de entonces, pero como vimos más tarde, mi cuerpo ya había quedado "tocado".

Seguimos nuestra carrera hacia el punto de control número 3, situado en el kilómetro 38. Me empezaban a doler todos los músculos de las piernas, sobre todo los gemelos. Los caminos pedregosos eran una tortura para mis pies, a veces tropezaba con alguna piedra que me hacía ver las estrellas. Siempre sin parar de correr, Carles me dio un Ibuprofeno. Corríamos muy bien, el camino hacía una ligera bajada y estábamos muy animados. Entonces llegó el primer aviso: se me subió el gemelo de la pierna derecha. Un grito de dolor pero el gemelo vuelve a su sitio y no tengo que parar. Carles me dice que es culpa de mi falta de hidratación en los kilómetros anteriores. Con mucha cautela, pues voy notando que los gemelos tienen vida propia, llegamos al  avituallamiento. Hacemos unas cuentas rápidas: creemos que sólo quedan 8 kilómetros para la meta. Carles no deja de animarme. Me ha dado una bolsa con sales para mezclar con el agua. Me pregunta si quiero tomarme un gel, pero yo no quiero nada, tengo el estómago revuelto y, a ratos, ganas de vomitar.

Faltan 6 kilómetros para la meta, luego veremos que serán más, y ya se ven las carpas al final de una pista. Pero el diablillo que guió a los que diseñaron el circuito sigue haciendo de las suyas. Nos vuelven a desviar de la línea que conduce al campamento. De nuevo campo a través, tengo que subir unos muros de piedra que delimitan los campos. Apoyo la punta del pie y de nuevo se suben los gemelos. Esta vez ya no puedo correr más, ya es mucho que los gemelos me dejen caminar. Me echo a llorar de desesperación. Carles me sigue animando, dice que vamos muy bien, hasta se ofrece a llevarme a "caballito"... Ya no queda nada, estamos casi en el kilómetro 46, pero no vemos la meta por ningún lado, nos damos cuenta de que va a ser más distancia, pero no sabemos cuántos kilómetros. Me adelanta Montserrat cuando ya casi deberíamos estar en meta, me pide disculpas por hacerlo. Yo le digo que la carrera no se gana hasta que se cruza la línea de llegada y yo he tenido mala suerte, la victoria se la merece ella. Por fin llegamos. Intento volver a correr a ritmo muy tranquilo, clavando talones para mantener las rampas a raya. Ya oigo la megafonía de la línea de llegada, avisan de que llega la segunda mujer. Carles se aparta para dejarme entrar, pero yo le cojo la mano y la levantamos juntos. Si estoy ahí es gracias a él. Han sido 47.5 kilómetros en 5 horas y 14 minutos. No tengo palabras para expresar la emoción y felicidad que siento por haberlo conseguido.


Quizá el año que viene vuelva...